miércoles, 5 de mayo de 2010

El pequeño comercio y el timo de la sombrilla

Hace un par de días dejó de llover. En Málaga, como mamá empuja carreolas, hay que pasar de los plásticos cubre portabebés a sombrillas cubre sol. En uno de mis trayectos más pesados (casa-natación) noté que mi bebé comenzaba a ponerse coloradito de sus piernitas y me detuve en una de estas tiendecillas de barrio en donde aún venden zapatitos tejidos a mano. Entré para preguntar por las sombrillitas y la dueña muy amable me mostró todas. Quede en volver al día siguiente pues tenía que buscar el anexo que unía a la sombrilla con la carreola, al parecer los que tenía a la mano no le iban.
Así pues, volví, convencida de que ayudar al comercio pequeño es bueno. Siempre me han gustado esas tienditas que traen memoria de infancia, esos lugares que han vivido y sobrevivido en los barrios.
Esta vez no estaba la dueña sino una probable socia que "amablemente" me montó la sombrilla, me cobró y me mandó a casa. Dos calles después comenzaron los problemas y la vuelta atrás era casi imposible con un niño que lloraba demandando su cena. Pensé en llegar a casa y después de dormir a los niños observar con calma la razón por la cual la sombrilla giraba saliéndose del carrito nomás inclinarla.
Me llevó dos días averiguarlo (se cruzó el fin de semana con un largo puente) y en uno de sus giros inesperados una tuerquita abandonó su sitio quedándome con un paraguas cojo.
Hoy volví a informarles que algo andaba mal y que la sombrilla se había descompuesto. Para mi asombro la amabilidad de la dependienta se tornó en una acidez inmejorable. Comenzó diciéndome que me había vendido algo en buenas condiciones a lo cual le dije que era verdad, que no estaba yo loca como para llevarme un artículo roto, pero ni siquiera me dejó explicarle el mecanismo de fallo. Salí frustrada y pidiendo hablar con la dueña, a lo que respondió que en breve ella se quedaría con la tienda (a modo de amenaza). Regresé llorando a casa con impotencia, sintiéndome engañada. Confundí la calidez con una hipócrita estrategia de mercado de la cual yo salí con un paraguas roto, carente de instrucciones ni garantía.
Ahora creo que ayudar al pequeño comercio puede resultar una metedura de pata. Mi marido dice que de haber ido al Corte Inglés hoy tendía una sombrilla nueva o mi vale de compra. Es una pena, pero hasta en algo tan simple como esto sale a relucir la injusticia del mercado... grande o pequeño, el consumidor es siempre el timado...

1 comentario:

  1. La dueña me llamó pidiéndome una disculpa, ahora el paraguas está en reparación y prometió que en breve se comunicará para entregármelo... veremos...

    ResponderEliminar